Entre Santiago y Buenos Aires

Estuvimos varias veces los dos sentados junto a la estatua de Mafalda en San Telmo porque esa era la esquina en donde siempre nos encontrábamos cuando ya era de noche y todavía no había mucha gente en los bares, a mi honestamente no me gusta Mafalda pero preferí ponerla como un punto de referencia y de encuentro para no tener que encontrarnos debajo de algún prócer con cara seria de tanto ajustar las riendas para que el caballo se quede en dos patas. Seguramente una de las escenas más bizarras de mi vida es junto a Mafalda y junto a Santiago, el sentado con los brazos estirados, inevitablemente abrazando a la estatua y yo sentada ahí también pero apoyada en el pecho de Santi y llorando tanto, tanto, que le dejaba todo el cuello y la camisa mojados. Yo adore y adoro a Santiago como solo se adora a los grandes amores y los grandes amores a veces son relaciones distintas, que nacen intensas y mueren intensas.

Era Buenos Aires y hacía calor y yo paseaba más de una vez al día por la Plaza San Martin para bajar por la calle Defensa hasta el parque Lezama, cuando nos encontrábamos de día, nos encontrábamos sobre Defensa o en la mitad del parque, los últimos encuentros empezaban con abrazos silenciosos, prolongados y seguían en algún café del barrio, sentados cara a cara y dándonos la mano, los dos sin saber bien que hacer…
Muchos meses antes cuando aun no sabíamos mucho el uno del otro y simplemente nos encontrábamos en alguna fiesta y nos escapábamos para meternos varios polvos y nos despedíamos sin ningún rasgo de amor en la puerta de mi casa nos encontramos justamente y por pura coincidencia caminando por la Avenida Defensa, era martes a las 6 de la tarde y nos sorprendió encontrarnos, nos miramos diferente.